Por Jeff Klinkenberg
John Tigertail me quiere enseñar sus Everglades. Me da unos protectores para los oídos y aprieta un botón que hace rugir el motor del hidrodeslizador. Al avanzar, apenas roza la superficie del río de hierbas de pocas pulgadas de profundidad. Pronto comenzamos a ver sus garzas azuladas, sus ibis y sus caimanes.
Me toca en el hombro y me descubro las orejas. “Mira allí”, me grita. Un caracolero, una de las aves de rapiña más poco comunes del mundo, está posado en un nido desvencijado que descansa sobre hierba seca. John considera que el caracolero es tan suyo como lo es el resto de los Everglades de los miccosukees. “Es nuestro hogar”, me dice. “Nosotros nos ocupamos de él”.
Creció aquí. Su gente, llamados miccosukees, ha vivido en los Everglades de los miccosukees desde hace un siglo y medio. John Tigertail organiza tours en hidrodeslizador por los Everglades, como lo hicieron su papá y su abuelo. Su bisabuelo, Charley Tigertail, vendía ancas de rana y cuero a los colonizadores blancos de fines del siglo XIX. Antes que hubiera caminos en los Everglades, y antes de los hidrodeslizadores, los miccosukees se movilizaban en canoas hechas de madera de ciprés.
Una pequeña historia: Ya en el siglo XVIII, prácticamente todos los floridanos originales habían desaparecido, víctimas de enfermedades y guerras. Entonces vinieron para la Florida indios del sur que habían sobrevivido: los creeks, cherokees, choctaws. Colectivamente, los españoles los llamaban seminolas, que significaba “gente libre” o “fugitivos”. En el siglo XIX, los seminolas se enfrascaron en tres guerras con Estados Unidos y nunca se rindieron. La rama de los seminolas que se apodan a sí mismos miccosukees se asentaron en los Everglades. En el siglo XXI, los visitantes que llegan por la carretera Tamiami Trail pasan por la reserva.
Son gentes tradicionales. John Tigertail, todavía un hombre joven, mira televisión y se comunica por correo electrónico, pero también habla el idioma de los miccosukees y asiste al ‘Baile del maíz verde’ en la primavera, un evento que mantiene viva su cultura.
Su difunto tío Pete Osceola era chamán. De niño, Pete llevó a John a los Everglades en un hidrodeslizador, a una isla oculta donde su abuela, Lina Tigertail, vivía aislada. Cuando su nieto se enfermaba, ello lo curaba con plantas. Si el niño estaba con hambre, lo alimentaba con pez aguja asado o con estofado de tortuga caimán. Falleció cuando tenía 112 años.
John Tigertail pilotea el hidrodeslizador hasta un área más profunda de los Everglades y apunta a una isla con cipreses que hay más adelante. “Mi campamento”, me dice. Al llegar al muelle, de pronto comienza a gruñir. Un caimán que no podemos ver escondido en la tupida maleza, lo saluda a su vez con otro gruñido. “Mi abuela”, me dice con una sonrisa, “me enseñó a hablar en cocodrilo”.
Mientras hacemos un paseo por la isla, nos muestra sus cerdos, tortugas y caimanes. “Mi abuela”, dice mientras sonríe, “me enseñó a hablar en cocodrilo”. Cuando él los encontró, estaban enfermos y heridos. Piensa liberarlos cuando se recuperen.
“Esta es la vida que conozco”, dice. “Este es mi mundo.” Cuando su bisabuelo llegó a los Everglades, el cielo se veía oscuro por la noche salvo por las incontables estrellas que brillaban como láser. Ahora puede ver el resplandor de Miami desde su campamento. El ruido del tránsito se escucha en la autopista. A veces se oyen las bocinas de los autos y el estruendo de la música altísima que sale de los amplificadores de los autos.
Pero algunas cosas no han cambiado. Por la noche casi siempre puede escuchar a las ranas cantar una ópera. Y cuando los caimanes gruñen, él les responde con un gruñido y se acuerda de su abuela.
Cuando visites…
Tigertail Airboat Tours
Carretera US-41, Miami, FL 33184
Localizado en la reserva de los miccosukees, 16 millas al oeste de Miccosukee Gaming por la carretera Tamiami Trail, aproximadamente una milla al este del centro de visitantes Shark Valley. (786) 404-1139 o (305) 439-2745