By Lynn Grisard Fullman
El Campamento Militar Gordon Johnston en Carrabelle fue el lugar donde las tropas de Estados Unidos se prepararon para las batallas cruciales de Normandía y las Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial.
Vivian Hess sonríe cuando se acuerda de los oficiales de la policía militar que la recogían después de la escuela, la subían a un Jeep anfibio y la llevaban al lugar de trabajo de sus padres: la oficina de correos del Campamento Militar Gordon Johnston en el noroeste de Florida.
La niña, que recién se había mudado de Tallahassee a Carrabelle en 1942 cuando su padre fue nombrado director de la oficina de correos del campamento, frecuentemente convencía a los corpulentos militares para que se desviaran y la pasearan por la costa donde 250,000 soldados estaban entrenando.
Hess, que estaba cursando el tercer grado cuando llegó al campamento, pasaba horas después de que terminaban sus clases en la sala de descanso de la policía militar. Se hizo amiga de muchos soldados y les escribió a diario — incluso les mandaba goma de mascar — a varios de ellos después de que eran enviados al frente de batalla.
Luego llegó a conocer prisioneros de Alemania e Italia, que estuvieron detenidos en el campamento durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Entre esos prisioneros se encontraba Hermann Josef Blumhardt, quien le preparó un pastel cuando ella cumplió 11 años y se lo llevó en un Jeep a la playa donde se celebró su fiesta. (Años después los dos volvieron a verse durante un reencuentro organizado en el campamento.)
El Centro de Entrenamiento para las Fuerzas Anfibias (Amphibious Training Center), un sitio secreto cuyas actividades nunca podían ser reveladas, según le advirtieron a Hess, fue el lugar donde los soldados estadounidenses se prepararon para la invasión de Normandía y la batalla por las Filipinas. Con 20 millas de costa marina, este lugar de Florida era parecido al que estos hombres se iban a encontrar al otro lado del mundo.
"En aquel entonces no estábamos conscientes de que este lugar sería tan importante", recuerda Hess, sentada en el Camp Gordon Johnston World War II Museum (Museo de la Segunda Guerra Mundial Campamento Gordon Johnston), que fue inaugurado en 1998 para recordar esta base, sus soldados y, eventualmente, a todos los veteranos de guerra.
Hess dejó este campamento de 165 acres al poco tiempo de haber cerrado en abril de 1946. Pero ella regresa ocasionalmente a este lugar que marca un momento trascendental en la historia de Carrabelle, que ahora es conocido como un sitio ideal para la pesca, la observación de pájaros, ir a la playa y ver los atardeceres. El pueblo vibra de actividad cada año durante el segundo fin de semana de marzo cuando el museo celebra un reencuentro y organiza un desfile en honor a los veteranos de todas las guerras.
Hess, una enfermera jubilada y madre de tres hijos, donó varios artículos al museo que hoy ocupa cuatro habitaciones en la antigua secundaria de ladrillos rojos del pueblo. Entre esos objetos está una fotografía de ella cuando era niña con sus padres, Katie y Henry Matthews. Ella también entregó a manera de contribución una insignia roja que le había regalado el General Omar Bradley, quien había llevado la 28va. División al campamento.
Bradley, el comandante del campamento, una vez se detuvo y le ofreció a Hess llevarla a su casa. "Yo no lo conocía, así que no me monté", recuerda ella, mencionando que el general quedó tan impresionado que les dijo a sus padres lo inteligente que era la niña al no montarse en el carro de un desconocido. Eventualmente se harían amigos y ella lo acompañaría a observar el entrenamiento de los soldados para una de las batallas más importantes de la Segunda Guerra Mundial.
"Recuerdo que estaba muy concentrado", dice Hess, añadiendo que cuando Bradley iba a dejar la base, se arrancó la insignia roja de su chaqueta y se la dio. Esa insignia es ahora parte de la creciente colección de artículos del museo que comenzó con solo algunos objetos, y que bajo el liderazgo de Linda Minochelo se ha convertido en un importante depósito de artículos históricos, incluyendo uniformes, estuche de utensilios de cocinas, banderas enemigas, recuerdos de los campos de batalla, cartas, fotografías e historias personales grabadas — incluso hay un vehículo anfibio similar a los que usaban los soldados durante su entrenamiento.
"Los soldados entrenaban todos los días al frente de mi casa", dice Hess, que hoy día vive en Tallahassee, 60 millas al norte del antiguo campamento donde los caimanes, las serpientes de cascabel, los jabalíes y los mosquitos le hicieron la vida casi imposible a los miles de soldados que allí entrenaron. Bradley una vez dijo, recuerda Hess, que cualquier persona que abriera el campamento debería ser juzgada en una corte marcial. Para los soldados las condiciones de vida eran primitivas, explica ella, y señala una de las literas rusticas que fueron recreadas para el museo.
Cuando los soldados en entrenamiento desembarcaban de las naves anfibias, chapoteando por las aguas de la Bahía de Carrabelle, estos cruzaban la calle principal frente su casa, dice Hess. Y sus padres tenían que disminuir la velocidad de su carro para dejar que pasaran los soldados.
Mirando alrededor del museo, dice Hess, "mis padres estarían tan felices de saber que la memoria de estos valientes hombres jóvenes que entrenaron aquí hace tanto tiempo está siendo preservada".
Si vas de visita
La admisión al museo es gratis (aunque las donaciones son apreciadas). Está abierto de lunes a jueves de 1 a 4 p.m., viernes de 12 a 4 p.m., y los sábados de 10 a.m. a 2 p.m. Para más información, llamar al 850-697-8575.