By Lauren Tjaden

Dr. Beach, la primera autoridad en materia de playas de Estados Unidos, nombró a la Reserva Estatal de Barefoot Beach, en Bonita Springs, la sexta mejor playa del país en el 2013.

Reuní las herramientas que necesitaría para mi tarea y las puse en el asiento del carro formando una pila muy organizada, de manera que no se me olvidara nada. Metí un bolígrafo y un cuaderno, lentes de sol y una gorra, una botella de agua y mi cámara, junto con una tarjeta de memoria extra. Me puse mis chancletas, me cubrí la nariz de bloqueador solar y me unté repelente para insectos en los tobillos. Estaba lo mejor preparada que podía. Temblando de expectación, me bajé en el sofocante aparcamiento.

Todos los años, la primera autoridad en playas de Estados Unidos, Dr. Stephen Leatherman —alias Dr. Beach— revisa, evalúa y clasifica las playas del país basándose en 50 criterios, entre ellos, suavidad de la arena, color del agua, historial de seguridad y otros factores. En función de los resultados, nombra las 10  mejores playas del país, un evento anual que genera gran expectación.

En el 2013, la Reserva Estatal de Barefoot Beach, cerca de Bonita Springs, pasó a la lista por primera vez y ocupa la sexta posición. “El oleaje es moderado, con olas que suelen medirse en pulgadas, y las aguas son muy poco profundas, lo que la convierte en una playa estupenda para familias que buscan bañarse y nadar”, indica Dr. Beach.

Mi misión era descubrir qué otro aspecto le había motivado del parque, que ocupa 342 acres de terreno natural y constituye una de las últimas islas protectoras subdesarrolladas de la costa sureste de Florida.

Lo primero que quería ver era la playa.

Avancé más allá de la sombra de los almácigos y palmeras siguiendo un paseo entarimado a través de los médanos, pletóricos de avena del mar y uva de playa. El aire traía el dulce aire salobre del Golfo, y podía escuchar la melodía del oleaje. Finalmente, atisbando por el costado de un médano, pude ver el agua, de una tonalidad turquesa imposible. Me quité las chancletas y arrojé el cuaderno al final del paseo entarimado, apresurada por lograr una vista mejor.

La playa era una amplia extensión de arena curvilínea —8,200 pies, me enteraría más tarde— interrumpida ocasionalmente por grupos de sillas y sombrillas. Cogí un puñado de arena que dejé pasar entre los dedos; era suave, blanca y rebosante de conchas minúsculas. Había niños jugando entre las olas, de pie en las aguas poco profundas a gran distancia de la orilla. Las olas apenas se insinuaban y me invitaban a entrar y refrescarme.

El fondo descendía gradualmente, y la claridad del agua me permitió verme los dedos estando sumergida hasta la cintura. Recorrí la costa con la mirada e inhalé profundamente. Podía ver edificaciones en la distancia, pero estaban tan lejos que eran solo siluetas. El silencio me permitió escuchar el trino de las aves y el sonido del viento jugueteando entre la avena del mar. Las nubes iban a la deriva, la gente salpicaba entre las olas o se recostaba perezosamente en la orilla, y sin darme cuenta, empecé a tararear.

Nadé en las aguas del Golfo y deambulé por los paseos entarimados, aunque admito que no recorrí el sendero natural de milla y media. Vi un pelícano clavarse en el agua, un águila pescadora planear en la brisa marina y una tortuga de la Florida pastar flores, tan plácidamente que me dejó tomarle una foto a pocos pies de distancia. Exploré el Centro de Enseñanza —una choza tiki agigantada repleta de conchas de mar en exhibición así como información sobre los manatíes y la vida marina—, me refresqué en las duchas y compré una bebida fría en la tienda cesionaria.

Y tengo que coincidir con Dr. Beach: la Reserva de Barefoot Beach es un éxito. Pero debe verla usted mismo. Después de todo, si quiere un alivio de acción rápida, debe tratar de reducir el paso.

Cuando vaya:

Barefoot Beach State Preserve

505 Barefoot Beach Boulevard, North Naples, FL 34134

239-252-4000

http://www.colliergov.net/Index.aspx?page=455