By Saundra Amrhein

Orlando, Florida -- En una cálida tarde, con el sol de Florida colándose por entre las altas vitrinas de las tiendas y reflejándose en los pisos blancos y las lentejuelas de los saris exhibidos en la Vulcal Boutique, casi una docena de miembros de una familia indoamericana entra en tropel por la puerta.

Sonríen cortésmente, pero tomando en cuenta la seriedad del asunto a tratar, las mujeres del grupo ponen inmediatamente manos a la obra. Las tías y la madre de la futura novia llevan la voz cantante y revisan el crepé, la seda y los tejidos de malla del traje formal lehenga choli bordado a mano, compuesto de faldas largas, chales colgantes y blusas (algunas dejan ver el vientre, y otras tienen diseño de túnica o cuello halter).

“¿Les gustan los colores como este?”, les pregunta animadamente a las clientas Rupal Patel, asociada de la tienda desde hace mucho tiempo, mientras ella y la gerente, Rekha Panchal, tienden sobre la mesa saris de chifón de estampados complejos en tonos verde mar con orillos morados, y lehengas o vestidos tradicionales indios de colores aguamarina y azul oscuro. “Podemos hacerlos contra pedido”.

Vulcal Boutique en Orlando, es una de las casi 12 boutiques que en conjunto con otros negocios como House of Spices en Orlando, atienden a la floreciente población indoamericana de la región central de Florida. En Vulcal, todo se cose y borda a mano de acuerdo con los artísticos diseños y bocetos de la propietaria, Amita Patel.

Patel (sin parentesco con Rupal), abrió Vulcal en 1984 en Vadodara, India, tras graduarse en bellas artes en la Universidad de Baroda. Habiendo sido amante de la pintura y el dibujo desde la infancia —la galardonada pintura que hiciera a los 12 años de edad fue elegida en una competencia patrocinada por la UNICEF para conmemorar una estampilla india— encontró en el diseño de modas un medio de expresar sus talentos artísticos después de haberse casado y formado una familia.

Pero viendo que tantas de sus clientas se mudaban a Estados Unidos, decidió seguirlas. Aunque la tienda Vulcal de Orlando —creada en el 2002— es la única boutique que tiene en EEUU, desde hace mucho tiempo Patel se ha reunido con antiguas clientas y ha hecho nuevas en sus viajes a ferias comerciales alrededor del país y el mundo. Cuando regresa a la India (donde se encontraba en el momento de este reportaje) se lleva los pedidos a medida; allí pasa varios meses al año visitando a sus 50 empleados. Les da instrucciones y diseños de estampados complejos a partir de los cuales tejen a mano, bordan y adornan con cuentas todo género de vestidos, desde lehenga cholis y chaniya cholis adecuados para festivales hasta saris de diario y formales, blusas de diseño, camisas kurtis y trajes de pantalón y túnica salwar kameez.

La boutique de Orlando atrae no solo a familias indoamericanas, sino también, por ejemplo, a la enfermera estadounidense que vino esta tarde en busca de camisas kurtis cómodas y bonitas para llevar al trabajo. Igualmente, atrae a personas de todo el estado, entre ellas, la familia de la zona de Tampa que vino a comprar ropa para una boda.

“No haría juego con mis joyas”, les dice Vinitha Nareddy, la futura novia de 27 años de edad, a las mujeres de su familia en relación con sus sugerencias respecto a los trajes extendidos sobre la mesa. Mientras tanto, los hombres de la familia se mantienen alejados y apoyados sobre el mostrador mientras leen algo en sus teléfonos inteligentes.

“¿Te gusta ese?”, le pregunta Nareddy a Michael Smith, su prometido de 29 años de edad, que se inclina hacia adelante para ver las páginas del catálogo de la tienda que ojea su novia y asiente.

“Sí, me parece bien”, le responde.

“Se vería bonito”, le dice ella deteniéndose en una página para admirar varios trajes antes de seguir revisando el catálogo y, después, irse al fondo de la tienda con empleadas y familiares para ver más muestras.

Smith y Nareddy tienen planes de casarse por la iglesia, dice ella, pero la familia está comprándole trajes tradicionales indios para que luzca en las ceremonias prenupciales y la recepción.

Aún indecisos sobre los colores y los estampados, se dirigen todos a la puerta para marcharse, mientras la enfermera estadounidense debe tomar sus propias decisiones.

“No debí haber entrado”, bromea Cindy Robesky, sosteniendo varias opciones posibles de camisas kurtis, entre ellas, una de color naranja tostado y orilla dorada. “Estas son preciosas”.

Rupal Patel le dice amablemente que se las prueba todas. Ha estado con Amita Patel desde que abrió la tienda en India en 1984, y ha visto a su amiga desarrollar relaciones con sus clientas. Las generaciones siguientes vuelven con Amita para bodas familiares, hitos importantes y ocasiones especiales que ameriten trajes vistosos. Muchos pedidos se hacen por teléfono con Amita, y en pocas semanas se envían directamente al domicilio de la clienta. La ropa puede variar en precio, desde más o menos $100 hasta varios miles de dólares.

“Tenemos tallas desde los 1-2 años hasta los 70-80 años de edad”, señala Rupal Patel. “Ella habla con todos. Lo que usted quiera, ella lo atiende muy bien”.

“Cuida que todos los detalles queden perfectos”, dice Aditya Patel, el hijo de Amita de 26 años de edad, gerente de proyectos web para la industria de la hostelería que, aunque creció cerca del negocio de su madre, no participa en él.

Ya Robesky ha terminado de probarse la ropa y ha elegido dos blusas kurtis: una en blanco y negro de orilla granate y dorada, y la otra en granate y blanco con estampado en forma de hojas.

“¡Es mucho más divertido que ir al centro comercial!”, exclama.